El costo que pagó Aránguiz
Ante Uruguay, el volante fue al sacrifio, con una labor más allá de sus márgenes posicionales, lo que condicionó la ascendencia futbolística que ejerce en la Roja.
La buena presentación de Chile en su estreno en las Eliminatorias, pese a caer agónicamente ante Uruguay en el Centenario de Montevideo, dejó contenidos futbolísticos que no estaban en el espectro de juego mostrado por la escuadra dirigida por Reinaldo Rueda. Aparte de la irrupción de varios debutantes con un nivel acorde a la exigencia, un asunto táctico que llamó la atención fue la doble función de Charles Aránguiz.
Al conocerse los 11 titulares de la Roja surgieron múltiples conjeturas en torno a la organización posicional de la Selección en el terreno de juego. Mucho tuvo que ver en esto que Rueda ensayara con una línea de tres centrales, transformable a una defensa de cinco integrantes con el equipo replegado. No obstante, con el balón en movimiento paulatinamente fue quedando claro cómo el DT, desde el punto de vista del sistema táctico, planteó el partido.
Sorpresa en Montevideo
Chile inició con un esquema posicional 1-4-4-2. Lo más llamativo ocurrió en la zona de los volantes, a raíz del papel clave que debió cumplir Aránguiz, pero que también lo fue mermando para que su desempeño no se acercara al aporte alto que siempre entrega. Rueda le encomendó construir juego y atacar por el centro, también retroceder y defender por el costado izquierdo. Una doble labor de fuerte exigencia.
Nominalmente, el bloque del mediocampo lo integraron Fuenzalida, Vidal, Baeza y Aránguiz, en una disposición transversal desde la zona lateral derecha hacia la izquierda. Con la Roja en posesión del balón, la nueva misión de Aránguiz no implicó novedad, pues se centralizó para vincular mediante el balón la zona media con la dupla de delanteros conformada por Vargas y Sánchez. Así por ejemplo resultó clave en la asistencia al atacante del Inter de Milán para anotar el 1-1 parcial.
Problemas en la izquierda
Sin embargo, el volante del Leverkusen la gran dificultad la vivió en la fase defensiva. Por efectos de su involucramiento permanente en la construcción de juego, la mayoría de las veces quedó lejos de su campo de acción al momento de proteger la portería defendida por Arias. Cuando Uruguay progresó por la derecha, la dicultad fue menor, porque contó con tiempo para posicionarse en el costado izquierdo de Baeza. Pero cuando el local atacó por el lado opuesto, la mayoría de las ocasiones no contó con los segundo suficientes para cubrir su zona defensiva.
Quien sufrió las consecuencias de esta complejida fue Nicolás Díaz. El lateral izquierdo debió afrontar un constante duelo individual contra el binomio conformado por Martín Cáceres y Brian Rodríguez, imponiéndose en ocasiones los charrúas. De ahí, entonces, que el cuadro celeste atacara por ese sector y el penal para el 1-0 local naciera justo por la izquierda de la defensa chilena.
Con los ingresos de Dávila y Pinares, la Roja cambió al sistema de juego 1-4-2-3-1, lo que favoreció en términos posicionales a Aránguiz. Sánchez quedó como centrodelantero y el volante cumplió el rol de enlace detrás del tocopillano. Responsable de respaldar la primera presión junto al ariete y sin tener que moverse hacia el costado en fase defensiva, al menos pudo desenvolverse en su hábitat natural que es el sector del eje del campo de juego.