FÚTBOL CHILENO
El gran problema que desató la crisis en la UC de Poyet
Los cruzados completaron 3 derrotas consecutivas y el futbol de Poyet aún no aparece. El bajón se vislumbra como general, pero un asunto es clave en el mal momento.
Universidad Católica vive las peores semanas de las últimas temporadas. Los cruzados completaron tres derrotas consecutivas luego de perder ante Melipilla (2-0) por el Campeonato Nacional, traspié que se unió a las caídas en la Libertadores ante Nacional de Medellín y Argentinos Juniors. La situación preocupa en San Carlos de Apoquindo y el DT Gustavo Poyet se encuentra hoy en el centro de los cuestionamientos.
Nada hacía presagiar la actual coyuntura del tricampeón, después de dominar sin contrapeso a nivel nacional. El cuadro estudiantil no exhibe una identidad de juego y su inconsistencia futbolística ha ido en aumento. La vista general proyecta a la UC como un equipo con escaso peso en ataque, baja gestación de juego en el mediocampo y permeable cuando es atado masivamente o en amplitud de espacios. En todo caso, algunos registros, comparando los 7 partidos del 2021 con la temporada pasada, evidencian que el gran problema es el funcionamiento ofensivo.
Disminución del ataque I
Los tiros, tanto a favor como en contra, son fundamentales para dimensionar cómo funciona en ataque y en defensa un equipo. En la UC, el panorama cambió en forma clara en la actualidad. Puntualmente, la baja se verifica en los siguientes índices: tiros al arco rival, porcentaje de tiros que concluyen en gol y porcentaje de tiros hacia la portería oponente para convertir.
En 2020, los entonces dirigidos por Ariel Holan, en promedio, disparaban al arco rival en 5,22 ocasiones, mientras que hoy esto ocurre solo en 3 oportunidades. La cifra disminuyó casi a la mitad. Antes, el 16,11% de los tiros al arco rival de la UC concluían en gol, en tanto que hoy solo pasa lo mismo con el 7,81% de los remates. Asimismo, en 2021, el 23,81% de los envíos al arco rival termina en una anotación y con Holan esta cifra alcanzó el 32,98%. Resulta evidente que la productividad ofensiva del tricampeón ha caído.
Disminución del ataque II
El índice contribución goleadora guarda relación con los hombres que destacan anotando en el arco rival y aportando también con asistencias. Hoy, lidera el ránking Fernando Zampedri con un índice de 2 (25%) y lo siguen Válber Huerta 1 (12,5%), Tomás Asta-Buruaga 1 (12,5%) y Luciano Aued 1 (12,5%). En 2020, el panorama fue así: Zampedri 28 (15,7%), Aued 24 (13,5%) y Edson Puch (6,7%).
Las cifras son expresivas y llama la atención que destaquen dos centrales entre los jugadores con mayor contribución goleadora. También es llamativo que Zampedri, de un 15,7% en la temporada anterior ascendiera hoy a un 25%, lo cual evidencia que junto con anotar el ariete también ha debido adquirir un rol de asistidor. Esto implica un desgaste futbolístico mayor y el argentino corre el riesgo de perder el foco respecto del centro de su labor, que consiste en terminar las maniobras ofensivas.
Disminución del ataque III
Los pases clave indican el aporte de cada jugador con habilitaciones que desajustan al equipo rival, generando las condiciones propicias para generar una situación de ataque. En 2020, los mejores en este aspecto fueron José Pedro Fuenzalida con 25 (10,6%), Aued 24 (10,2%) y Gastón Lezcano 20 (8,5%). De los tres, hoy solo se repiten dos (Fuenzalida y Aued con índices de 18,8% y 12,5%, respectivamente). Quien lidera, junto a Fuenzalida en pases clave, es Zampedri también con 18,8%, lo que da cuenta de que el goleador ha debido también ampliar su aporte incluso hasta una faceta previa a la de asistidor.
Por último, la variable regates o driblings también es concluyente respecto de la poca relevancia que los delanteros han logrado en el funcionamiento del equipo. En este índice dominan Alfonso Parot con 8 (14,5%) y Raimundo Rebolledo y Aued con 6 (10,9%). En 2021, la clasificación la encabezaron Lezcano (12,6%), Puch (11,4%) y Aued (8,6%). Que no haya ningún delantero entre quienes más driblean deja de manifiesto que los atacantes aún no logran incidir como efectivamente deben hacerlo en el funcionamiento global del equipo.