La dura carrera de figura del Campanil: "Descendí, se acabó cadetes, me echaron..."
Juan Pablo Abarzúa estuvo varios años en las divisiones bajas del fútbol chileno y hoy destaca en la U. de Concepción: "Siempre decía 'ya me va a tocar la mía'".
La historia de Universidad de Concepción en el Campeonato Nacional se puede homologar por qué no al recorrido en el fútbol de Juan Pablo Abarzúa, uno de los hombres destacados que ha mostrado El Campanil durante las últimas fechas. Con esfuerzo y sacrificio, la escuadra penquista ha remontado posiciones para alejarse paulatinamente de los últimos lugares, aunque el peligro aún persiste.
Nadie le ha regalado algo al cuadro que conduce el uruguayo Eduardo Acevedo. Lo mismo acontece con Abarzúa, quien tuvo un largo paso por las divisiones bajas del fútbol nacional y ahora, con 27 años, vive su mejor momento en la máxima categoría. Repitió la titularidad contra en la buena victoria contra Universidad de Chile, aunque debió dejar la cancha durante el primer tiempo por una lesión en la rodilla.
"Si te contara mi historia, de verdad me entenderías... Empecé en cadetes en el Vial y el club descendió y se acabó cadetes. Entonces tuve que ir a tocar otra puerta. Fui a Huachipato y estuve cerca de dos años. Me echaron y otra vez a tocar puertas. Llegué a Naval, pude debutar y nuevamente terminé saliendo del equipo, al Vial en este caso. Pensé en quedarme ahí, pero por problemas de plata (cuando hubo dos clubes con el mismo nombre) no pudimos jugar. Entonces, nuevamente a buscar otra oportunidad", cuenta Abarzúa a AS Chile.
"Recalé en Puerto Montt y ahí siento que empecé a escalar. No me arrepiento de todo lo que viví, creo que forme una base a puro esfuerzo y trabajo. Sentía que en algún momento se me iba a dar lo que yo quería. Tuve compañeros que fueron a selecciones menores y a otros equipos, y yo siempre decía 'ya me va a tocar la mía'. De chico, me he cuidado para momentos como el de hoy. Tampoco me puedo conformar, siento que puedo conseguir más", agrega el volante del Campanil.
- Inició la temporada en la suplencia, pero de a poco fue apareciendo y hoy es titular.
- Lo tomo con tranquilidad, porque trabajé para momentos así. He dado la vuelta larga y hoy en día están rindiendo los frutos. A veces, uno se preguntaba 'cuándo me iba a tocar, cuándo voy a ser yo' y, como siempre lo dije, las cosas pasan a su debido tiempo. Estoy pasando por un buen momento, pero tampoco me puedo estancar con dos o tres partidos buenos. Siento que puedo dar mucho más y aportar al equipo. Ojalá seguir teniendo minutos y aportar con lo mío.
- Llegó en 2918 a Universidad de Concepción y luego partió a préstamo a Cobreloa. ¿Por qué no se pudo consolidar?
- Me querían acá y además soy de Conce. Estando mucho tiempo afuera, uno extraña la ciudad y los amigos. Sin pensarlo me vine, pensando que iba a tener más minutos, pero no se dio con un técnico (Francisco Bozán) con el que en verdad no tenía relación. No entendí su forma de juego, tampoco su personalidad. Era bastante raro, por decirlo en palabras simples. Más que nada me dediqué a entrenar, porque tampoco me tenía considerado para ser alternativa. Siento que ese año bajé mi rendimiento y tuve que dar un paso atrás, en este caso, a Cobreloa (en Primera B). Y allá logré tener regularidad.
- ¿Fue complejo el paso por Calama? La gente está ansiosa por volver a Primera División.
- Cobreloa es un club complicado, la gente es súper exigente. A veces, sin conocerte te empiezan a juzgar. Que por qué te traen, que para qué te ponen. Andas un partido bajo y ya te quieren echar. Aparte están el clima y la altura, que son factores que también afectan. Yo tengo buena condición física, pero me costó adaptarme. Tuvimos bajones, como todos los equipos obviamente, pero allá se nota el doble o el triple, por la presión. También se cambia todos los años el equipo, no se mantiene una base. Ese es el problema de Cobreloa: todos los años, sacan a todo el equipo.
- ¿Qué aspectos han sido importantes en su desempeño actual?
- Más que nada es un aspecto humano. En este caso, la confianza que me ha dado Eduardo (Acevedo) ha sido fundamental. No me había tocado nunca un técnico que no te citara, no te tuviera en consideración en un partido y al otro fueras de titular. Confió plenamente en los minutos que me está dando y yo trato de responderle. Más allá de un tema futbolístico o físico, es un asunto de confianza y me ha respaldado en estos momentos.
- ¿Por eso se le cayeron algunas lágrimas en el festejo del gol del triunfo contra Palestino, en La Cisterna?
- Sí, claro, fueron momentos duros, sobre todo el 2018. No jugué prácticamente nada, no convertía un gol desde el 2017, jugando por Puerto Montt. Había bajado mi rendimiento y había tenido problemas fuera del fútbol también. Entonces fue un cúmulo de cosas que se liberaron en ese momento. Las lágrimas, en verdad, me salieron del corazón. Pensé en todo lo que había pasado, en todos los momentos para llegar a lo de ahora. Lo mejor es que sirvió para ganar el partido.
- ¿Cuáles son sus expectativas? ¿Es prudente a raíz de todo lo vivido?
- Siempre he sido así, yo vivo el día a día. Uno no sabe lo que va a pasar mañana, uno trabaja para mejorar, pero me lo tomo con mesura. Los que me conocen saben que siempre he sido así. Los momentos buenos van a llegar cuando tú trabajas y haces las cosas bien. Estoy haciendo bien las cosas para que me toque otra buena, para dar un salto más grande. Hay que darle tiempo al tiempo, las cosas pasan cuando tienen que pasar y cuando uno menos las espera. Cuando llegan, uno tiene que estar preparado. Hoy me debo a la U de Conce, a este equipo que confió en mí. Lo primero es sacar al equipo del lugar en el que estamos y ya después pensar en algo más grande.