Opinión

El seleccionador nacional posee ciertas habilidades en su liderazgo que le permiten poder tocar la tecla precisa del jugador en un momento determinado.

La postal de Coates, Pereira y Muslera tirados en el piso, derrotados, y Alexis corriendo con la cara llena de gol, será inolvidable.

El Rey Arturo Vidal es hoy el alma y espíritu de la Selección. Lo irradia a sus compañeros y lo contagia a los hinchas.

A Vidal nunca se le pasó por la cabeza perderse el partido. Sabía que la Roja estaba en apuros y se sentía llamado a liderar la levantada en un duelo de vida o muerte.

Quienes hoy defienden la Roja tienen la oportunidad de demostrar, y sacar a cualquiera de la discusión, que son la mejor generación de la historia.

Seguir una moda no tiene nada de malo. Ocurre en todas las esferas. Es natural. Hasta que aparezca otra moda. El problema es cuando la convertimos en dogma.

La mejor gambeta de Messi fue cuando, con gran destreza, logró pasar de culpable a víctima. Y los mismos que lo atacaban terminaron rogándole que volviera a la Selección.

Sería un tremendo error borrar la mochila del éxito, por muy pesada que sea. Hay que aprender a vivir con ella y aprovecharla.

Todavía nos pena el primer gol, cuando todavía no pasaba nada y Paraguay ni siquiera había entrado al área.

La diferencia entre el discurso y el fútbol en Colo Colo es enorme. Y ya se le fue un tercio del campeonato en el torneo más corto del mundo.

Al arquero se le recuerda por las grandes atajadas y no por los títulos, minutos con la valla invicta, ni porcentajes de eficiencia en achiques o en centros descolgados.

Si esta semana no hubiera habido Juegos Olímpicos, el argentino probablemente no se habría reencontrado, de un día para otro, con su mejor versión.

Por mucho tiempo se miró con desprecio al doblista, algo tan absurdo como pensar hoy que el arquero de fútbol juega ahí porque es malo para la pelota.